¿A qué llamamos “función de anidar”?

Anidar no es algo natural ni dado para el ser humano. Anidar y cuidar a las infancias (hij@s, sobrin@s, alumn@s, pacientes, etc.) no es algo instintivo. Anidar, es entonces aquella función que no se reduce ni a la biología ni a la genética (tampoco la desconoce ni la niega) sino que, se caracteriza por el deseo. Lo que hace que el nido humano se diferencie del de los animales.

El deseo permite, no solamente sostener y alojar al nuevo ser con palabras y diferentes versiones del amor y la ternura (abrazos, caricias, mimos, arrullos, canciones, miradas, etc), sino que, en el mejor de los casos, va dando lugar a las respuestas de cada bebé y/o niñ@ a lo que le es ofrecido por los adult@s. Es decir, la función de anidar requiere el espacio necesario para producir los movimientos de despegue y vuelos cotidianos, para que las infancias puedan crecer y desarrollarse desde su singularidad con otr@s.

De este modo, anidar implica también otorgarle importancia a las marcas necesarias que el Otro significativo pueda dejar para poder soportar sus ausencias y poder construir otros caminos.